Las segundas generaciones son las que vienen a mover la estructura establecida, aportan un soplo de aire fresco a las empresas familiares, inyectando nuevas ideas y perspectivas. Sin embargo, la resistencia al cambio y el apego a los métodos tradicionales pueden generar conflictos. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre preservar el legado y adaptarse a los nuevos tiempos?
La llegada de la segunda generación a una empresa familiar suele ser un momento de gran expectativa. Los hijos, con su formación y visión más actual, traen consigo nuevas ideas y un impulso por modernizar los negocios. Sin embargo, a menudo se encuentran con la resistencia de sus padres, quienes han construido la empresa desde cero y están profundamente arraigados a los métodos y productos que los han llevado al éxito durante años.
Una de las preguntas que en la agencia solemos escuchar de los padres es: ¿Por qué es necesario renovar un producto que funciona desde hace 30 años?
Aunque un producto haya sido un éxito durante décadas, es fundamental comprender que el mercado es dinámico y en constante evolución. Los consumidores cambian sus preferencias, surgen nuevos competidores y las tecnologías avanzan a un ritmo acelerado. Si una empresa se aferra a productos obsoletos, corre el riesgo de:
Perder relevancia: Los productos que eran innovadores hace 30 años pueden parecer anticuados hoy en día, tanto en su comunicación, su estilo, su packaging, o su forma de vender.
Quedar rezagada frente a la competencia: Nuevos competidores ofrecen productos más modernos y adaptados a las necesidades actuales de los consumidores. Es fácil detectar en góndola, qué producto dejó de ser competitivo ante las nuevas ofertas.
No aprovechar nuevas oportunidades: El mercado presenta constantemente nuevas oportunidades de crecimiento, pero estas pueden pasar desapercibidas si la empresa está enfocada en el pasado, creyendo que lo que funcionó seguirá haciéndolo para siempre.
Dañar la imagen de marca: Una marca asociada a productos o incluso valores obsoletos puede perder credibilidad y atractivo para los consumidores más jóvenes. Incluso los “clásicos” se actualizan o adaptan a estilos de la época, que responden a demandas actuales. Quedarse con lo de siempre, puede perjudicar la percepción de marca.
Sin embargo, renovar un producto no significa desechar todo lo que se ha construido. Por el contrario, se trata de aprovechar los cimientos sólidos de la empresa y adaptarlos a las nuevas realidades del mercado. Al hacerlo, se pueden obtener los siguientes beneficios:
Aumentar la competitividad: Productos renovados y adaptados a las nuevas tendencias son más atractivos para los consumidores.
Fidelizar a los clientes actuales: Los clientes valoran las marcas que evolucionan y se adaptan o responden a sus necesidades.
Atraer a nuevos clientes: Los productos innovadores pueden atraer a nuevos segmentos de mercado, incluso puede trabajarse según diferentes nichos.
Mejorar la situación económica y financiera: La renovación de productos debieran generar un aumento en las ventas y la rentabilidad, o al menos mantenerla.
Eeeeentonces, ¿qué podría hacer una empresa con esta disyuntiva entre la tradición y la innovación? Definitivamente, encontrar el equilibrio.
La clave para que ambas generaciones trabajen en armonía es encontrar un punto de encuentro que responda a los objetivos de negocio. Los padres deben estar abiertos a las nuevas ideas de sus hijos, arriesgarse a ciertas propuestas, ir conociendo los riesgos y beneficios, pedir asesoramiento, fundamentaciones, etc. Mientras que los hijos deben respetar la historia y los valores de la empresa, pero estar alerta a los cambios en el mercado, las nuevas necesidades y oportunidades. Para ello, es necesario trabajar sobre un diálogo abierto y respetuoso, realizar análisis de mercado para detectar tendencias, llevar adelante pruebas pilotos que permitan prever el impacto de los cambios en los productos, y su aceptación por parte del público.
Un buen inicio de diálogo ante una nueva propuesta, es investigar y analizar los siguientes puntos, para luego poder responder la pregunta principal: ¿Por qué es necesario renovar un producto que funciona desde hace 30 años?
- ¿Cómo se han comportado las ventas del producto en los últimos años?
- ¿Qué opinan y valoran los clientes actuales del producto?
- ¿Cuánto ha crecido la competencia?
- ¿Qué ofrecen las marcas competidoras que nosotros no?
- ¿Qué valoran de los productos de la competencia quienes no nos eligen?
- ¿Qué nuevas tendencias se detectan en el mercado?
- ¿Qué perciben los clientes de nuestra imagen o del producto?
- ¿Qué nuevas necesidades tienen los clientes?
- ¿Cómo se puede innovar en el producto sin perder su esencia?
No dudes y agendá una consultoría!
Blog by Lic.Lely Brito, Directora de Comunicación en Pozzi Brand Agency.